La Anarquía Del Siglo III

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                Moneda con la esfinge de Diocleciano, la inflación fue tal durante el siglo III, que las monedas dejaron de acuñarse en oro, para hacerlo, en cobre, zinc u otros metales de menos nobleza.

           El principado romano se basaba en la existencia de un Emperador lo suficientemente hábil para mantener las apariencias republicanas, asegurarse la lealtad y estabilidad política y legarle el gobierno a su heredero más directo. El trono pasaba de generación en generación, hasta que en algún momento un Emperador menos hábil o demasiado despótico desencadenaba una conspiración, estallaba entonces una guerra civil hasta que alguien con el suficiente carisma y habilidad se coronara Emperador y le diera estabilidad a la situación. En el año 69 ese hombre fue Vespasiano, en el 96, fue Trajano, que si bien no tomó por asalto el trono, Nerva fue lo suficientemente inteligente para nombrarlo su heredero, en el 193, fue Septimio Severo, aunque no le importó mantener las apariencias republicanas. En cambio en el año 235, esa persona no había nacido aún.

          Durante 50 años, del 235 al 284, Roma tuvo de 20 a 25 Emperadores. Cantidad difícil de precisar ya que en algunos periodos, existieron dos o más tres pretendientes al trono disputándose el poder. El imperio se fragmento en tres partes, el imperio romano propiamente dicho, el imperio gallo y el imperio de Palmira, aunque hubieron momentos que estuvo aún más fragmentado y las luchas internas lo hicieron aún más vulnerable a las invasiones bárbaras. Recién durante el reinado de Aureliano (270-275) la situación comenzó a estabilizarse, pero fue con la asunción al poder de Diocleciano en el 284, que se creo un nuevo orden, el Dominado, donde ya no existirán formalidades repúblicanas y Roma adquiriría ciertas características que la asemejarían más a un reino medieval.

           Si bien la situación lorgró estabilizarse y el imperio romano duraría dos siglos más, los cincuenta años de anarquía dejaron graves secuelas de las que nunca se recuperaría. Una inflación galopante destrozó económicamente al imperio, sobre todo la región oeste. Muchas ciudades prosperas colapsaron, el tejido social se desgarró y la estructura gubernamental no volvió a ser la misma. El nivel de vida cayó sensiblemente y muchos servicios que hacían al nivel y la capacidad militar y política de Roma fueron menguando. Desde entonces la decadencia se acentuó y ya fue irreparable.

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