Historia De Roma: La Conjuración De Catilina

  

              Marco Tulio Cicerón (106ac-43ac). Celebre político y retórico que enfrentó la conjuraciónd de Catilina y considerado uno de los máximos exponentes de la cultura látina. De Sergio Catilina no se conserva ningún busto ni retrato que permita ilustrarnos sobre su aspecto físico. 

 

                   Desde la muerte de Sila, los conservadores fueron los dueños indiscutidos de la situación política romana. Pero en el 63ac una conspiración  demostraría que los populares tenían cada vez más presencia en el escenario político y de algún modo reanudaría las hostilidades. El líder de este intento de golpe de estado fue uno de los personajes más misteriosos que nos ha dejado la historia latina. Poco y mal, sabemos de Lucio Sergio Catalina, las fuentes de información que nos llegaron son pocas y provienen de sus enemigos, los cuales no tienen escrúpulos en mentir con tal de perjudicar su imagen.

                      Lo que se sabe de Catilina, es que nació entorno 108ac, proveniente de una de los linajes más prestigiosos de la antigua Roma, los Sergios, sin embargo no habían sabido adaptarse a los nuevos tiempos y poco a poco habían sido apartándose de las vida social y política. Había demostrado ser un militar capaz en la guerra contra los aliados y fue un colaborador del régimen dictatorial de Sila. Tras el retorno de la legalidad, su rancia estirpe lo alineó con los conservadores pero gradualmente fue comprometiéndose con los populares donde vio que podía obtener mayores apoyos. Su discurso cada vez más populista, entre los que proponía la cancelación de todas las deudas, generó la suspicacia del senado que prefería negociar con otros líderes populares antes que él.

                   Sintiéndose boicoteado organizó un minucioso plan para dar un golpe de estado, hizo contactos con diversos sectores y fue ganando el apoyo de los sectores más desprotegidos gracias a su generosa distribución de comida y dinero. Distribuyó armas, equipos y listas de personas que debían ser asesinadas en él momento indicado ya que resultaba crucial que la revolución estallara en la mayor cantidad de puntos posibles de Italia y al mismo tiempo.

                  Pero quiso el destino que la conspiración llegara a oídos de uno de los cónsules, Marco Tulio Cicerón. Quien rápida y disimuladamente se dedicó a juntar pruebas contra Catilina. Entonces en una asamblea ordinaria del senado y sin previo aviso, denunció la conspiración. Cicerón fue el mejor orador y retórico que dio la lengua látina, Catilina nada pudo hacer para defenderse contra los contundentes argumentos del cónsul. Todo el senado se mostró indignado con la conspiración y rugió por la cabeza de Sergio Catilina. Algunos senadores populares como Marco Licino Craso y Cayo Julio César, que estaban al tanto de la conspiración pero que no habían aceptado ser parte de ella, también condenaron el golpe pero opinaban que los conspiradores debían ser encarcelados.

                 Catilina logró huir a Etruria, región de Italia done contaba con más apoyo, pero el efecto sorpresa ya se había perdido y el gobierno había tomado varias medidas para defenderse. Lo que podía ser una larga guerra civil se resolvió con un par de batallas en las cuales Roma se impuso con contundencia. Catilina murió en combate, el resto de los líderes de la revuelta fueron ejecutados sumariamente. Pese a que la autoridad había sido restaurada, el orden social quedó muy resentido. Además quedó demostrado de que los sectores más bajos estarían dispuestos a apoyar un gobierno que defendiera sus intereses por más que este no fuera legal, adquiriendo de esta forma un rol determinante en los rumbos que tomaría posteriormente Roma.      

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